GLIFOSATO

 

El glifosato, Toda la verdad sobre la sustancia química con la que fumigan nuestras calles y jardines.

 

Hasta el pasado 20 de marzo el glifosato era considerado una sustancia de baja toxicidad.

 

Monsanto asegura que la decisión de la OMS no se apoya en datos científicos.

Lo único que sabemos a ciencia cierta sobre el glifosato es que provoca la aparición de tumores en ratones.

Muchas ciudades, como Chicago o París, han prohibido el uso del glifosato para acabar con las malas hierbas de sus espacios públicos.


Vivimos permanentemente rodeados de productos químicos, algo lógico dado que el mundo está hecho de química. Es de una ingenuidad mayúscula utilizar la expresión “natural” como si todo lo artificial fuera bueno y lo natural malo. Pero es igual de ingenuo pensar que la manipulación que el hombre hace de su entorno no tiene un impacto sobre el mundo y todos los que en él habitan.

 

La historia de la industria química ha ido de la mano de la preocupación por la preservación del medio ambiente y por nuestra propia salud, en un tira y afloja entre empresas, gobiernos y asociaciones civiles por acordar qué puede venderse y qué no.

Miles de nuevos productos que parecían útiles y creíamos seguros, se han tenido que retirar tras comprobar su enorme peligrosidad. Y no hay ninguna razón para pensar que los compuestos a los que seguimos expuestos hoy en día no entrañan ningún riesgo.

 

Uno de los productos que lleva décadas en el punto de mira de epidemiólogos, médicos y ecologistas es el glifosato, un herbicida desarrollado en 1974 para eliminar arbustos y malas hierbas que es ampliamente utilizado por agricultores de todo el mundo, pero también por los servicios de limpieza de nuestras ciudades, que lo usan para eliminar la maleza de cunetas, parques y solares.

 

En una decisión histórica para los movimientos ecologistas, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC, una institución dependiente de la Organización Mundial de la Salud) ha incorporado el glifosato a la lista de sustancias  probablemente carcinógenas para humanos (grupo de substancias 2A). La agencia asegura en su informe, publicado en The Lancet Concology, que hay “evidencia limitada” de que el herbicida puede producir linfoma no-Hodgkin en seres humanos, así como pruebas “convincentes” de que genera cáncer en animales de laboratorio.

 

Hasta el pasado 20 de marzo, día en que se tomo esta decisión, el glifosato era considerado una sustancia de baja toxicidad y, aunque la decisión de la IARC no es vinculante para ningún gobierno, puede hacer que cambie la normativa sobre su uso.

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Monsanto contra el mundo

La toxicidad del glifosato (cuya formulación química es N-fosfonometilglicina, C3H8NO5P, CAS 1071-83-6) llevaba estudiándose largo tiempo. Además de con el cáncer, hay investigadores que lo relacionan con fallos renales, defectos de nacimiento, colitis e, incluso, autismo. Pese a esto, su peligrosidad ha sido negada sistemáticamente por todas las agencias responsables de limitar su uso llegado el caso.

 

Detrás del glifosato se encuentra una de las empresas más poderosas del mundo –y también una de las más vilipendiadas–, la bestia negra de los ecologistas: Monsanto. Aunque la patente del glifosato expiró en 2000, el compuesto sigue siendo el principio activo del producto estrella de la multinacional agrícola: el herbicida Roundup, el más vendido del mundo, que genera unos beneficios para la empresa de miles de millones de dólares al año.

 

Monsanto ha reaccionado de inmediato a la decisión de la OMS negando la mayor. En un comunicado –que puede leerse en español en el blog de la compañía, Hablando Claro–, la compañía asegura que “todos los usos de glifosato incluidos en la etiqueta son seguros para la salud humana, lo que está respaldado en una de las bases de datos de salud humana más extensas en todo el mundo sobre productos agrícolas”.

 

La empresa, además, critica la decisión de IARC porque “no hay nuevas investigaciones o datos”, “fueron excluidos de la revisión datos científicos relevantes”, “la conclusión no se apoya en datos científicos” y “la clasificación de la IARC no establece un vínculo entre glifosato y un aumento en el cáncer”.

 

¿Nos está mintiendo la agencia de la OMS? A Monsanto no le cabe duda y acusa directamente a la IARC de haber seguido un proceso sesgado: “Creemos que las conclusiones sobre un asunto tan importante como la seguridad humana deben ser no sesgadas, exhaustivas y basadas en ciencia de calidadque se adhiera a las normas internacionalmente reconocidas. Compartimos con gran escepticismo la visión de otros sobre el proceso de la IARC y su evaluación. La IARC ha estado previamente bajo críticas tanto por su proceso como el sesgo que ha demostrado”.

 

La opinión de la multinacional coincide con la del Instituto Alemán Federal de Evaluación de Riesgos (BfR), que es el único organismo con autoridad para legislar que ha reaccionado ante la decisión de la IARC. En su opinión, la decisión de la agencia de la OMS, “es científicamente difícil de comprender y aparentemente basada en muy pocos estudios”.

 

 

La investigación científica debería ser siempre libre, independiente y rigurosa, pero no siempre lo es, y más cuando están en juego miles de millones de dólares. Hay investigadores preocupados por las sustancias como el glifosato que han realizado importantes estudios sobre su peligrosidad, pero también Monsanto ha metido mano para que las investigaciones dejen claro que la sustancia es segura.

 

La Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) ha pillado ya a dos laboratorios contratados por Monsanto falsificando deliberadamente los resultados de las pruebas realizadas para estudiar los efectos del glifosato. En 1991, la EPA condenó al propietario del laboratorio Craven Labs a 5 años de prisión, su centro fue multado con 15,5 millones de dólares y se le ordenó pagar 3,7 millones en restitución.

Por desgracia, no sólo las empresas están detras de la manipulación de estudios científicos. El doctor argentino Medardo Ávila-Vázquez, pediatra de la Universidad Nacional de Córdoba, publicó un informe el pasado febrero en el que aseguraba que en las zonas del país donde se practica agricultura intensiva, en donde más se usa el glifosato, el 30% de los habitantes mueren a manos del cáncer, frente al 20% del resto del país. El informe apareció en toda la prensa, pero la semana pasada la propia Facultad de Ciencias Médicas en la que trabaja el investigador, publicó un expediente en el que aseguraba que no había autorizado la realización de este y que sus datos “carecen de validación científica”.

 

A día de hoy, Monsanto insiste en que todos los estudios que garantizan la seguridad del glifosato se han realizado con datos que no provienen de los laboratorios acusados y los ecologistas aseguran que hay evidencia suficiente para confirmar la peligrosidad del herbicida. ¿Quién ha basado sus conclusiones en investigaciones sesgadas, la OMS o la multinacional? ¿A quién creemos?

 

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Una guerra enconada

Lo cierto es que, a día de hoy, nadie puede afirmar con certeza que el glifosato es cancerígeno, pero eso no quiere decir que no lo sea. Dado que es imposible comprobar en laboratorio cómo el compuesto afecta a los humanos, sólo podemos conocer la incidencia del herbicida en animales y a través deestudios epidemiológicos (viendo, por ejemplo, si el número de casos de cáncer aumentan en las zonas donde las personas están más expuestas a la sustancia), pero estos no demuestran ninguna relación causa-efecto.

 

Lo único que sabemos a ciencia cierta sobre el glifosato es que provoca la aparición de tumores en ratones –estas son las “pruebas convincentes” de las que habla la IARC–, pero las pruebas sobre su posible efecto cancerígeno en humanos son todavía limitadas. ¿Es razón suficiente para prohibirlo? En opinión de Luis Ferreirim, responsable de Agricultura de Greenpeace España, sí: “La designación del glifosato como un probable carcinógeno humano altera significativamente el perfil de riesgo del herbicida más utilizado en el mundo. En consecuencia, se debe aplicar el principio de precaución y prohibir el uso de este herbicida, en primera instancia y con mayor urgencia aquellos usos que provocan una mayor exposición por parte de los seres humanos”.

 

Fuente:     http://bit.ly/1Jle38p

 

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